Pero dado que ha salido en montones de medios supuestamente serios y que casi a diario recibimos enlaces al respecto, me remito al análisis de Emily Lakdwalla en Teeny little Bigfoot on Mars (muy resumido y en plan rápido) me parece que lo deja todo bastante claro:
- Por un lado, las imágenes que envía Spirit, aunque las veamos en color, son tomadas con una cámara con un sensor monocromo delante del cual se van colocando distintos filtros para, una vez combinadas las imágenes tomadas con cada uno de ellos, obtener la imagen en color. Esto quiere decir que la tal criatura se estuvo totalmente quieta de 11:58:53 a 12:00:13 (hora local de Marte) mientras Spirit hacía las sucesivas fotos de ese punto en concreto.
- Aún aceptando que pudiera ser que simplemente se mueve muy despacio, resulta que antes de tomar las imágenes de alta resolución con la Pancam, Spirit normalmente hace una exploración en baja resolución con las Navcam de a bordo, y en esas imágenes se ve que la figurita ya estaba en su sitio, esperando pacientemente su momento de hacerse famosa en la Tierra, al menos tres días antes.
- Además, gracias a un software llamado AlgorimancerPG es posible clacular el tamaño de las cosas que se ven en las imágenes que envía Spirit y Oportunity… y resulta que nuestro «amigüito» mide como seis centímetros de altura.
Y todo esto por no hablar del frío que hace en Marte ni de la carencia de oxígeno en su atmósfera, que sería, cuando menos, molesta.
Así que se trata simple y llanamente de un caso más de pareidolia, esa habilidad que tenemos los humanos para percibir un estímulo vago y aleatorio, generalmente en forma de imagen, como algo reconocible.
Que cada uno lo vea como Bigfoot, la sirenita de Copenhague o como Bin Laden ya es cuestión de gustos, manías y convicciones personales.
Para un análisis más detallado, Javier Armentia se despacha también a gusto en El Increíble Enigma Marciano Menguante, o Phil Plait, que ya hablaba de lo del tamaña hace una semana en Speaking of dumb Mars claims…
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